Giuseppe, las raíces y la distancia que elegimos
La ambigüedad de nuestros orígenes. Cómo habitamos, cómo creamos y cómo elegimos qué legado abrazar y cuál dejar atrás: las raíces se siembran, se heredan, y se rechazan.
Qué estoy leyendo
Anhelo de raíces, de May Sarton, es un libro que quizás ya vieron circular en su edición más reciente. En él, la escritora estadounidense de origen belga-inglés narra la compra y transformación de su primera y única casa en Nueva Inglaterra. A los cincuenta años, después de una vida en movimiento, Sarton decide abrir los baúles heredados de sus padres y construir, con reminiscencias europeas, un nuevo lugar donde vivir y escribir. Lo que comienza como una elección estética se transforma pronto en una exploración sobre el tiempo, el paisaje y el sentido de pertenencia.
El placer de construir, reformar, dar vida a la casa propia. De imaginar el espacio de trabajo. De ampliar el espacio social. De soñar con el área privada de descanso. Transformar y construir. Plantar un jardín donde parecía imposible: tanto por lo inhóspito como por la dificultad de empezar algo nuevo.
Sentirse parte de un espacio lleva tiempo. A veces meses, a veces años. Cuánta diferencia se siente desde la primera noche habitando una nueva casa, cuando los ruidos, el aire, las luces, son desconocidos, a cuando ya sentís tal comodidad que parece que olvidás que, en un momento, ese espacio te fue ajeno. Nunca lo había pensado, pero, ¿por qué será que esta sensación de lo nuevo y desconocido no se siente tan fuerte en un hotel, en un viaje? ¿Nuestro cuerpo se pondrá en alerta cuando sabe que tiene que empezar a habitar y echar raíces?
Con la comodidad llegan placeres simples. El lujo de siempre tener flores frescas. De poner la mesa, con una copa, una vela, como si tuvieras invitados, pero solo para tu propio disfrute. O de tu comunidad: las floristas del barrio, que conocen los colores y aromas que te llenan los sentidos, los cafeteros, el librero que te espera con la edición que estabas buscando.
Pero Sarton nos recuerda que no todo lo que cultivamos, ni todo en nuestro nuevo lugar, es perfecto. Con los sonidos, también aparecen los antisonidos. Una motosierra cortando un árbol centenario a punto de caer o un martillo neumático terminando la demolición de un edificio lindero a mi casa. Detalles históricos ahora irrecuperables. Hay ciertos sonidos que no encajan con ningún paisaje o estado mental posible.
Aun así, la casa sigue siendo un refugio. Un espacio para sanar y renacer desde la creación.
De todos los temas que toca el libro, me quedo con uno: nunca dejar de ser una aficionada en el trabajo que se elige. Que la curiosidad siempre me acompañe, me inspire a ser vulnerable, y a crear más. Y que la casa, como refugio, como inspiración, como ese cuarto propio, sea un lugar donde eso sea posible.
Qué estoy viendo
Desde la calma doméstica de Sarton, donde la herencia se abre como un baúl lleno de promesas, viajo al sur italiano de Pirandello, donde la herencia se vuelve un peso.
Volando desde Italia hacia Argentina —territorios que para mí no son 'viejo' y 'nuevo' continente, sino las dos orillas de una misma historia familiar— elegí acompañar la cena con un Amarone y este retrato íntimo de Luigi Pirandello.
Cada vez que vuelvo de Italia, cargo un poco más de esa herencia que mi abuelo Giuseppe dejó atrás. No la busco por moda ni por el pasaporte, sino porque en cada región, en cada pueblo donde paro a hablar con la gente, siento que lo conozco un poco más a él, y nos conozco más como familia. Es una forma de habitar la distancia que él eligió crear.
Eterno Visionario es un retrato íntimo de Luigi Pirandello, un dramaturgo y narrador siciliano, reconocido por su prosa impecable y su capacidad para cuestionar la identidad y la percepción. Lo conocí gracias a Analia, mi profesora de italiano, que me acercó algunos de sus cuentos cortos.
En 1934 Pirandello parte rumbo a Estocolmo para recibir el Premio Nobel de Literatura, y durante el viaje, una serie de recuerdos que reconstruyen su historia personal y artística se desencadenan, como vagones de ese tren nocturno. Sus orígenes en una mina familiar, hasta que una tragedia económica alteró su rumbo; la relación con su esposa, Antonietta Portulano, afectada por trastornos de salud mental, que inspiró Seis personajes en busca de autor, una obra inicialmente incomprendida y abucheada; y su vínculo platónico con Marta Abba, la joven actriz que revitalizó su carrera, y de quien lo separó una decepción compartida frente al rechazo de un proyecto cinematográfico.
Si bien resulta transparente que Pirandello fue apoyado por Mussolini y se mostró cercano al régimen, quizás más por pragmatismo que por adhesión ideológica profunda, la película deja sin profundizar sus vínculos fascistas. Esas mismas relaciones le valieron un recibimiento cuestionado del Premio Nobel, una sombra que acompañó su prestigio hasta Estocolmo.
Mientras observaba hermosas escenas en los paisajes de Agrigento no pude evitar sentir cierta incomodidad. Pensar en el sur italiano me lleva inevitablemente a mi abuelo, quien debió combatir en nombre de Mussolini a pesar de su convicción socialista, y que luego eligió emigrar a Argentina para construir algo nuevo, lejos de aquella ambigüedad.
En Pirandello se refleja una tensión que experimentamos con frecuencia frente a artistas cuya obra admiramos, pero cuya moral o decisiones personales nos incomodan profundamente. Quizás esa contradicción sea justamente lo que nos mantiene despiertos: no para juzgar desde la comodidad del presente, sino para cuestionarnos qué compromisos estamos dispuestos a asumir nosotros, ahora, con nuestro tiempo.
Mientras Sarton abraza sus raíces europeas para construir un refugio creativo, Pirandello carga las suyas como una sombra incómoda. Ambos lidian con lo recibido del pasado, pero en esa diferencia quizás esté la clave: elegir conscientemente qué queremos convertir en herencia, y qué decidimos dejar atrás.
Dónde estoy
Si leyeron la crónica sobre mi viaje por Suiza, ya sabrán que estuve recorriendo los Alpes, cruzando fronteras en trenes silenciosos, y recopilando historias que compartiré en próximas ediciones.
Al volver, con más reflexiones sobre el rumbo que tomó mi carrera, decidí construir otro tipo de territorio: un espacio digital que refleje quién soy, qué hago, y cómo lo hago.
Para HeySole!, que se nutre profundamente de la conexión cultural con Italia, confié en artesanos digitales del Piemonte. Pero para mi sitio personal elegí un camino diferente: hacerlo yo misma, poniendo en práctica lo que tanto me inspira de May Sarton, esa valentía de plantar un jardín donde parecía imposible. Y digo imposible porque, durante más de un año, probé distintas maneras de contar esta historia con ayuda externa, pero ninguna lograba reflejar del todo la sensibilidad que buscaba. A veces, para encontrar el tono justo, hay que escribirlo, y en este caso, incluso programarlo, una misma.
Aprendí lo justo para diseñarlo en HTML, pedí ayuda a una inteligencia artificial, corregí errores en Visual Studio Code y descubrí cuánto puede florecer la creatividad cuando nos animamos a cruzar el umbral de lo que no sabemos.
Creo que la mejor manera de mantener viva la pasión por lo que hacemos es conservar siempre algo del espíritu amateur: aprender continuamente, probar nuevas herramientas, arriesgarnos a diseñar con nuestras propias manos.
Les comparto con ilusión este nuevo territorio.
¿Ustedes a qué se están animando con la tecnología?
Algo a lo que estar atentos
Y si construir es elegir qué raíces afianzar, también lo es decidir frente a qué realidades no podemos permanecer indiferentes. La incomodidad que sentí con Pirandello se vuelve insignificante frente a la que nos exige nuestro presente.
Hace una semana, el velero Madleen con doce activistas internacionales —de Noruega, Suecia, Brasil, y otros países— zarpó de Sicilia con destino a Gaza para entregar ayuda humanitaria. Viajaban tres mujeres brillantes: la activista ambiental Greta Thunberg, Rima Hassan, nacida en un campo de refugiados palestinos en Siria y ahora miembro del Parlamento Europeo, y Yasemin Acar, activista alemana nacida y criada por padres kurdos de Turquía.
El lunes, fue desviado por las autoridades israelíes, que declararon que sus pasajeros deberán "regresar a sus países". Me interpela tanto desde lo político, como desde lo humano: ¿cuándo ayudar se vuelve controvertido? ¿En qué momento el gesto más básico de solidaridad genera divisiones? El portavoz del gobierno israelí los descalificó, diciendo que solo buscaban selfies, y que su ayuda era escasa, aunque será enviada a Gaza. No nos cuenta, por omisión deliberada, que este barco buscaba también poner fin al silencio mediatico alrededor del sufrimiento del pueblo palestino.
La situación en Gaza —con más de 40.000 muertos según cifras palestinas y una crisis humanitaria que organismos internacionales califican como catastrófica— generó una ola de activismo civil que los gobiernos prefieren no ver. Mientras tanto, artistas, intelectuales y ciudadanos comunes enfrentan la misma incomodidad que me generaba Pirandello: ¿cuándo el silencio se vuelve complicidad?
No hay respuestas simples para un dolor tan ancestral. Solo la certeza de que seguir atentos es, también, una forma de resistencia.
En cada sección de este newsletter hay una pregunta: ¿de dónde venimos, qué elegimos continuar, qué dejamos atrás?
Porque crear, en casa, en la escritura, en un sitio web o frente al dolor del mundo, es modo de mover el sustrato y dejar huella. Y como las raíces, casi siempre sucede bajo tierra. Por eso, el mes pasado lo pasé reconectando con Italia no como turista, sino como descendiente, testigo y curadora de experiencias.
¿Qué tenés en tu lista de pendientes para hacerle honor a tus raíces?
Y si creés que alguien cercano podría sentirse acompañado por esta lectura, compartile El Baúl Cultural. A veces, un texto es también una forma de dar abrigo.
Nos vemos pronto,
Sole
PD: ¡Vos también podés escribir!
Hermosas palabras y necesarias reflexiones. Gracias
ame "las raices se siembran"