Las amapolas no están en la publicidad: están en los campos
Un texto breve con curiosidades sobre esas flores que no sabían de perfumes ni de guerras, pero traían todo eso con ellas.
Este viaje me enseñó a mirar las flores.
En Les Avants subimos a pie una montaña suiza para ver la floración breve y elegante de los narcisos. Pero en Italia, no hizo falta buscar. Las flores se nos aparecían desde el tren, en los márgenes de los caminos, al borde de las rutas rurales del Piemonte. En especial una: la amapola.
Las vi entre vides, en campos vacíos esperando la siembra, en los bordes rojos de una autopista cualquiera. Son esas flores rojas, delicadas, que parecen hechas de papel de arroz. En algún punto, me dieron ganas de bajarme del auto y girar en círculos, como en la publicidad de Kenzo.
Y es que muchas personas conocemos esa flor por el perfume: una fragancia creada por Kenzo Takada para una flor que no tiene aroma real. Una invención poética. Un símbolo de lo intangible.
Pero la historia de la amapola es otra. En los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial, Flandes, Francia, el norte de Italia, fue una de las primeras flores en aparecer sobre la tierra removida por las bombas. El suelo roto.
Por eso en el Reino Unido se transformó en símbolo de memoria: los “poppies” se usan cada noviembre para recordar a los caídos en combate.
Yo, cuando viajo por Italia, pienso en mi abuelo. Él peleó en la Segunda Guerra. No en las trincheras de 1915, pero sí en esas tierras. Y hay algo de esa conexión entre la guerra, la tierra, y las flores que me toca hondo.
Porque el suelo puede romperse para armar una barricada, para sembrar una vid, o para dejar crecer flores silvestres.
Y lo que parece una imagen de marketing, vive. Las amapolas crecen solas, sin pedir permiso. Siempre en primavera, regresan.
Hermoso texto. La naturaleza nos sorprende con sus mensajes, si sabemos escucharla. Gracias