El 8 de marzo no es un día de celebración, sino de memoria y lucha. Su origen se da en las huelgas de trabajadoras textiles de Nueva York de 1857, que exigían igualdad salarial con sus compañeros. Lo recordamos no con saludos vacíos ni declaraciones institucionales sin impacto, sino con la misma pregunta de entonces: ¿por qué seguimos reclamando derechos que deberían estar garantizados?
A pesar de huelgas, movimientos feministas en crecimiento y más mujeres en posiciones de poder, el panorama evoluciona, pero la raíz del problema permanece. En Argentina y México, las mujeres dedican el doble de horas al trabajo doméstico y de cuidados que los hombres. El acceso al mundo laboral no basta si las mujeres siguen asumiendo el doble de tareas no remuneradas. Sin licencias equitativas ni acceso a servicios de cuidado infantil, la independencia económica sigue siendo una promesa incumplida.
No es casual que muchas de estas reflexiones sigan resonando hoy en día. Simone de Beauvoir ya lo advertía en El Segundo Sexo (1949), conocido como el Libro Rojo de la nueva femineidad: “Ser mujer no es el destino.”
¿En qué habrá afectado nuestra existencia el hecho de ser mujeres? ¿Qué oportunidades, exactamente, nos han sido dadas, y cuáles nos han sido negadas?
En 2025, seguimos enfrentando los mismos interrogantes que a principios de siglo pasado. Por eso, en este mes, recordamos cómo nuestras decisiones—sean personales, artísticas o ambientales—nos definen y reflejan nuestra búsqueda continua de autonomía y reconocimiento.
Que estoy leyendo: La vegetariana, de Han Kang
De la reciente ganadora del Premio Nobel de Literatura, este libro cuenta la historia de Yeonghye, una esposa sumisa que atiende a su marido con devoción, hasta que un día sufre una transformación que desata el desprecio de su entorno. Cuando un día despierta con el deseo de no comer más carne, se desata un escandalo familiar: no seguir las tradiciones y alimentar a su marido como “se debe” es considerado una ofensa, llegando al punto de humillarla en público.
Pero la historia central que nos relata Kang va mucho más alla que una simple decision dietaria. Es una exploración sobre el cuerpo y la autonomía, un relato sobre el deseo de disolverse en la naturaleza y desaparecer de un mundo que oprime. La novela está estructurada en tres partes, ninguna de ellas narrada desde la perspectiva de Yeonghye. Desde la mirada de quienes la rodean, vemos cómo el acto de dejar de comer carne es percibido como un acto de insubordinación. Pero más que una decisión por principios, es un intento por escapar de un mundo que la asfixia y reclamar la única libertad que nadie puede quitarle: la de su mente. ¿Es Yeonghye un símbolo de resistencia o de autodestrucción?
Me dejo pensando en el deseo, y el respeto de la voluntad de los otros. Si la protagonista elige alejarse de la sociedad por algo en lo que cree, ¿deberíamos respetarlo o intervenir? Nos resulta normal aceptar el sacrificio extremo en nombre de la Patria, pero no cuando alguien elige desaparecer de otra manera. ¿Por qué hay causas que se consideran más legítimas que otras?
Esta novela me remitió al trabajo temprano de Simone de Beauvoir, cuando exploró los dilemas existencialistas, la acción y la libertad individual. En esta tesis, cada persona es responsable de sí misma. ¿Le aplica esta libertad a Yeonghye? La independencia como facultad liberadora: independencia para decidir nuestro futuro, para determinar qué queremos hacer con nuestro cuerpo.
Una historia que nos enfrenta con el dilema más incómodo: ¿hasta dónde podemos—y queremos—respetar la voluntad del otro?
Algo que vi: La Chica Danesa
Hace poco aprendí sobre el Test de Bechdel, un criterio que analiza la representación femenina en obras de ficción: ¿las mujeres tienen diálogos entre sí que no giran en torno a un hombre? La prueba expone la brecha de género en la industria cinematográfica y la dificultad de encontrar historias donde las mujeres sean retratadas con profundidad más allá de su vínculo con los hombres. Para sorpresa de nadie, muchas películas aún no lo superan.
Con la idea de empezar a rodearme de más arte que tuviera a las mujeres como protagonistas, volví a ver esta película de la que tanto se habló en su estreno. Si La Vegetariana me hizo pensar en la autonomía y el deseo, La Chica Danesa me llevó a reflexionar sobre el amor y el sacrificio. Dos historias con protagonistas que desafían lo establecido, aunque de maneras distintas.
Basada en hechos reales, la película cuenta la historia de Lili Elbe, una de las primeras personas en someterse a una cirugía de reasignación de género en los años 30. Su viaje es un testimonio de valentía, pero también de transformación y pérdida. Pero Lili no es la única en cambiar. Gerda también enfrenta su propia metamorfosis: ¿qué significa amar a alguien que ya no es la persona que conocías? ¿Es una elección o una renuncia forzada por el deseo del otro? ¿Es un acto de entrega o una despedida silenciosa?
Más allá de las licencias creativas, la historia de Lili y Gerda nos muestra la complejidad de las identidades femeninas y cómo el amor y la comprensión pueden desafiar las normas de género establecidas.
Una película imprescindible para entender la complejidad de la identidad y el sacrificio, para ponernos en la piel del otro y visualizar el sufrimiento, el dolor, el deseo y el amor, desde los ojos de estas dos mujeres. Esta disponible en Amazon Prime.
Dónde estuve: Bariloche, Argentina
Siempre es un placer volver al corazón de la Patagonia Argentina. En este viaje, ademas de nadar en los lagos, andar en bicicleta en los bosques y navegar en velero, me animé a hacer la travesía del Paso de las Nubes. Ubicada en el Cerro Tronador, la montaña más alta del Parque Nahuel Huapi, esta aventura es una de las más fascinantes que se pueden hacer en la región.
Dormir en sus refugios, rodeada de glaciares, permite experimentar la montaña en su estado más puro: cascadas de deshielo cayendo en el valle, el aire fresco cargado de humedad, y una inmersión en todos los tonos de verde posibles. También es un pequeño lujo: desconectarse por completo de la señal del celular y dejarse llevar por el entorno.
Esta vez, la bajada hacia el Lago Frías nos interno en una caminata de 14 km por la selva valdiviana. Cada paso revelaba un nuevo sonido: pájaros ocultos en la espesura, el crujir de las hojas secas, pequeños arroyos fluyendo bajo los troncos caídos. No pude evitar compararlo con los bosques del Circuito Chico, que, aunque hermosos, están invadidos por el pino europeo, una especie que impide el crecimiento de otras plantas bajo su sombra. Allí, la tierra se vuelve más seca y polvorienta, y el calor aumenta.
De regreso desde Lago Frías nos embarcamos en Puerto Blest, donde tuvimos tiempo de leer sobre la vida del célebre Perito Moreno. Su amplio conocimiento y exploracion de la región patagónica no solo fueron fundamentales para que Argentina no perdiera gran parte de su territorio patagónico en el conflicto fronterizo con Chile, sino también, para implementar por primera vez el concepto de áreas protegidas. Como agradecimiento por su labor, el Estado argentino le regaló una vasta extensión de bosques y lagos, que Moreno decidió devolver a la nación, con la intención de que se proteger las tierras, los bosques y la fauna. Hoy, estos terrenos incluyen el brazo Blest del Lago Nahuel Huapi y el primer Parque Nacional de Argentina. En la Isla El Centinela descansan sus restos, custodiando las tierras que tanto amaba.
Después de días recorriendo la Patagonia, lo que más me impactó no fue solo la inmensidad de sus paisajes, sino la fragilidad con la que los habitamos. Nos gusta pensar en la naturaleza como algo eterno, pero recorrer estos senderos nos recuerda su vulnerabilidad. ¿Hasta cuándo podrán seguir siendo así?
El ojo atento: Incendios en la Patagonia
Los incendios forestales se han convertido en la noticia de cada verano, apagando la sorpresa, la indignación y, con ellas, el llamado a la acción. Desde diciembre de 2024, más de 50,000 hectáreas de bosques nativos han sido consumidas por el fuego en Chubut, Río Negro y Neuquén. Las causas son diversas: el 95% de los incendios forestales en Argentina son provocados por acciones humanas; el cambio climático los intensifica, con material inflamable acumulado, muchas veces generado por especies introducidas, como la pinocha. En esta ocasión, una de las explicaciones proviene de una tormenta que encendió una de las tantas chispas: un rayo cayó sobre un árbol seco y, en cuestión de horas, el fuego se propagó sin control.
El trabajo de los bomberos voluntarios, guardaparques y brigadistas de Parques Nacionales es incansable, pero se enfrenta a la magnitud del desastre con recursos mínimos y apoyo estatal prácticamente nulo. Se habla siempre de las mismas causas: intereses inmobiliarios, deforestación descontrolada, falta de regulación sobre el uso del suelo. Pero en vez de señalar culpables, la verdadera pregunta es: ¿por qué, después de más de tres meses, la Patagonia sigue ardiendo sin respuesta efectiva? Entre 2016 y 2024, los incendios en Argentina calcinaron 76,000 kilómetros cuadrados, 380 veces la superficie de la Ciudad de Buenos Aires.
Cada día, brigadistas caminan kilómetros cargando herramientas, mascarillas y bidones de agua. Lo que para muchos es un trekking recreativo, para ellos es la marcha previa a enfrentarse a un infierno. Sin equipos adecuados y con la certeza de que el fuego avanza más rápido de lo que pueden contenerlo, arriesgan su vida en cada jornada.
¿Qué se necesita para contener la situación? El presupuesto estatal para la gestión de incendios sigue siendo insuficiente. Argentina invierte millones en aviones militares que jamás participarán en un conflicto, pero carece de los aviones hidrantes que podrían recargarse en los lagos y detener el fuego antes de que sea demasiado tarde. Canadá tiene a disposición varios de estos aviones, según cuentan los locales, y su despliegue podría marcar la diferencia.
Mientras tanto, la Patagonia arde frente a la indiferencia del Estado. Y no puedo evitar pensar en figuras como Marina Silva, quien convirtió la indignación ante la destrucción del Amazonas en una agenda de políticas ambientales concretas. ¿Por qué aquí no hay una respuesta similar? No hay tiempo para debates burocráticos: la Patagonia se quema ahora. Mientras escribo esto, el humo cubre las montañas y la ceniza cae sobre las casas en El Bolsón.
Cómo ayudar:
Si estás en Bariloche, el restaurante Kilometro Uno y Casa Frey Patagonia reciben donaciones de cremas, vendas y otros insumos para los brigadistas.
Si estás lejos, podes colaborar con organizaciones que asisten en la emergencia:
Las elecciones que nos definen no siempre son las más fáciles. A veces, van contra lo que se espera. Al final, lo que elegimos—por quién luchamos, qué defendemos, cómo decidimos vivir—habla más de nosotros que cualquier discurso vacío.
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¡Nos vemos en abril!
Sole
Excelente reflexión sobre los temas que abordas. Comparto tus puntos de vista y siento que hasta que no evolucionemos como sociedad, y lo que es aún más importante, humanamente para integrarnos en un todo empático y solidario, estamos en peligro. El peligro no es sólo para cada uno de nosotros, sino para todo el entorno natural y social que nos rodea. Gracias
Me había encantado la chica danesa. Muy cierto e indignante la falta de recursos para la gestión de incendios.. gracias por compartir!