Abramos juntos este baúl y veamos qué nos depara. Ojalá haya algo que los sorprenda.
Durante mi clásico balance de Año Nuevo, decidí que quiero en este 2025 rodearme nuevamente de lecturas que disfrute, cine y artes visuales que me hagan preguntas, y, por supuesto, viajes que expandan mi mundo. Busco experiencias que se conviertan en recuerdos imborrables.
El vértigo del día a día nos impulsa a encontrar refugio en el arte, la belleza, el descanso… y ese placer de no poder soltar un libro sobre el sofá. Cada primer viernes del mes, este espacio será una invitación a descubrir y reflexionar. Un respiro de la rutina, un recordatorio de que el arte y las ideas también nos nutren.
Qué estoy leyendo
Llevo tiempo con el libro Volver a pensar: Filosofía para desobedientes, de Tomás Balmaceda, y disfruto leerlo sin prisa. Es un libro para digerir poco a poco. Una lectura que sacude nuestras certezas sobre el trabajo, las relaciones, la tecnología, el ocio y la muerte. Tomás nos advierte desde el inicio: este libro incomoda. Nos confronta con nuestra propia alienación y con la tentación de la distracción. En un mundo que recompensa la inmediatez, ¿cómo resistimos la urgencia de abandonar una lectura desafiante?
Uno de los capítulos que más resonó en mí fue el del workismo. Después de la Revolución Industrial, algunos pensadores predijeron que trabajaríamos cada vez menos y disfrutaríamos de hasta siete semanas enteras de descanso al año. No podrían haber estado más equivocados. Demasiado a menudo olvidamos que trabajamos para vivir, no vivimos para trabajar. Cada hora que entregamos al trabajo es una hora menos con la familia, los amigos, un libro o el simple placer de sentir el aire fresco al caminar.
Cuando empecé a planear HeySole!, el slow travel no era solo una tendencia: era una forma de pensar el tiempo. Viajar menos para viajar mejor. Detenernos. Mirar. Sentarnos a disfrutar un café con la vista puesta en el paisaje. Leer en un parque sin pensar en la siguiente atracción que «debemos» visitar.
Este no es un libro de respuestas. Tomás no nos da una receta mágica, sino una invitación: descubrir lo que nos falta y ser desobedientes frente a lo cotidiano.
Qué estoy mirando
Basada en la novela de Margaret Atwood, The Handmaid’s Tale es una serie que redescubrí recientemente. Vi la primera temporada hace años, pero este reencuentro me impactó de otra manera. Atwood imaginó Gilead inspirándose en relatos bíblicos y en hechos reales. Uno de ellos es la historia de Saraí, la esposa de Abram, que al no poder concebir, insta a su esposo a tener un hijo con su sierva Agar. El otro, mucho más reciente, son los robos de bebés durante la dictadura argentina, un crimen de lesa humanidad que marcó al país hasta su retorno a la democracia en 1983.
Lo que antes parecía una distopía lejana ahora se siente peligrosamente cercano. El mundo actual amenaza derechos que dábamos por seguros. La protagonista, June, lo expresa con brutal claridad:
«Now I’m awake to the world. I was asleep before. That’s how we let it happen. Nothing changes instantaneously. In a gradually heating bathtub, you’d be boiled to death before you knew it.»
«Ahora estoy despierta al mundo. Antes estaba dormida. Así dejamos que suceda. Nada cambia de golpe. Si el agua de la tina se calienta poco a poco, te hervirás sin darte cuenta.»
Nos recuerda que los cambios no son inmediatos, sino graduales. Y que nos toca a nosotros impedir que la temperatura siga subiendo.
Más allá de su peso político y social, The Handmaid’s Tale es una obra de arte en sí misma. La novela de Atwood es una joya literaria. La serie, por su parte, deslumbra con su fotografía: una paleta de colores fríos y una composición que enfatiza la opresión de Gilead. Su mayor fortaleza, sin embargo, es la evolución de los personajes. Si a veces parece lenta, es porque debe serlo. Esos silencios, esas pausas, son las que permiten que los personajes evolucionen con autenticidad. Es el mismo ritmo que hace de Mad Men otra de mis series favoritas. Un recordatorio de que el buen cine y las grandes series requieren paciencia y profundidad.
La encuentran en Amazon Prime Video.
El ojo atento
En esta temporada de El Baúl, transformé la sección de política latinoamericana en un espacio para reflexionar sobre lo que merece nuestra atención. Un recordatorio de lo que no podemos dejar de observar.
Al regresar a Argentina, me costó volver a escribir. El bombardeo incesante de noticias del nuevo gobierno me paralizaba. Hace pocos días, una amiga estadounidense me preguntó:
«Have you seen what’s happened in America in the last ten days?»
«¿Viste todo lo que está pasando en Estados Unidos en los últimos 10 días?»
Sentí que, un año después y a más de 10.000 kilómetros de distancia, ella vivía lo mismo que yo. El mismo discurso totalitario resuena en el Norte y el Sur de América: un rechazo al progreso social disfrazado de tradición.
Pero el sábado pasado, dos millones de personas salieron a las calles en defensa de los derechos del colectivo LGBTI+. Argentina sigue despierta. Sin embargo, la eliminación del DNI no binario por decreto presidencial me preocupa. ¿Qué sigue cuando un gobierno decide ignorar la voz del pueblo y de las diversidades?
El ojo tiene que estar atento. Porque cuando dejamos de mirar, es cuando más nos arrebatan.
Dónde estuve: Patagonia Azul, Chubut. Naturaleza, mar y turismo regenerativo.
Esta vez, lo que aprendí está directamente ligado a dónde estuve.
Durante años, escuché sobre el concepto de turismo regenerativo, pero nunca había tenido la oportunidad de vivirlo en persona. En mi reciente viaje a la costa de Chubut, pasé una semana recorriendo dos camps de Rewilding Argentina en el Parque Patagonia Azul. Es el lugar donde la estepa patagónica se encuentra con el mar azul profundo. Recorrí paisajes que no esperaba encontrar. Avisté animales terrestres, marinos y una infinidad de aves. Viví un verdadero safari, muchas veces desde la ventana del desayunador. Aprendí sobre la protección de nuestros mares y su biodiversidad. Nunca había oído el término «desertificación marítima», y me impactó su conexión con la pesca de langostinos y la devastadora técnica de arrastre de redes.
El turismo regenerativo implica un rol activo en los lugares que visitamos. En este viaje, sentí que mi presencia tenía un propósito. La expansión de las áreas protegidas en el Mar Argentino es una misión que debemos acompañar. Para que sigan existiendo oasis donde la biodiversidad prospere y nuestra riqueza marina encuentre un hogar.
Marti, la bióloga a cargo de las actividades de Isla Leones, me enseñó algo que me sorprendió: cuanto más superficie oceánica protegemos, más se fortalece el ecosistema y más productivas se vuelven las zonas pesqueras. El cuidado del océano no es un freno al desarrollo económico, sino una oportunidad de equilibrio.
Regresé a casa con un doble sentido de satisfacción, y llena de energía. Por el descanso y la belleza. Pero también por todo lo que aprendí y la sensación de haber formado parte de algo más grande.
Las anfitrionas nos alentaron a compartir lo que aprendimos. No solo la belleza del lugar, sino también su historia y su fragilidad. Por eso, mi primera guía de inmersión estará dedicada a este fascinante recorrido por la costa de Chubut. Para que descubran el mar más azul, transparente y lleno de vida que he visto. Un tesoro que pocos saben que existe.
A veces, detenerse a observar es el primer acto de lucidez. Ya sea en un libro que nos sacude, en una serie que nos alerta, en una plaza donde marchamos, o en un mar que necesita ser protegido. Lo que vemos y lo que ignoramos define el mundo en el que vivimos.
En The Handmaid’s Tale, la palabra «Mayday» significa ‘resistencia’. No es solo un llamado de auxilio, sino una promesa de que aún hay quienes eligen actuar.
Gracias por abrir este baúl conmigo. Nos vemos el próximo mes, con más historias para abrir
Un placer volver a leerte. Gracias por compartir tus experiencias, siempre valiosas y llenas de sentido.
Sole, bello contenido y hermosa forma de relatarlo. Gracias